Un poquito más sobre la familia del padre César Dávila
UN POQUITO MÁS SOBRE LA FAMILIA del Padre César Dávila
Myriam Dávila S
Su padre, de nombre César Augusto Dávila, hijo de Don Leovigildo Dávila, oriundo de Ibarra, tuvo dos hermanos de especial trascendencia en la Historia del Ecuador, ellos son el Presbítero Eudoro C. Dávila, y el médico Dr. Pablo Aurelio Dávila.
El primero, Eudoro, distinguido
sacerdote, orador, escritor y poeta. Escribió muchas obras, entre las más
notables: el poema Las Glorias de
Jerusalén, el estudio sobre La Santidad de Pío X. Sostuvo una lucha social
en contra de la actitud intransigente del entonces Arzobispo de Quito, Dr.
Federico González Suárez, quien era una persona muy reconocida como eclesiástico,
historiador, arqueólogo y político ligado al Partido Social Cristiano, (1878
Diputado por la Provincia del Azuay), (Senador 1892). En 1906 Pío X le nombró
Arzobispo de Quito, desde donde dirigió la Iglesia ecuatoriana hasta su muerte
en Quito, 1917).
Se opuso a la libertad de cultos,
el divorcio y el laicismo estatal. Serio y severo en el ejercicio sacerdotal. Notable
por su talento y habilidad política, que le llevaron a ocupar las más altas
posiciones dentro de la Iglesia y el Estado hasta su muerte acaecida en Quito
en 1915. Inauguró el siglo XX, con su influyente personalidad de sabio y
sacerdote. Combatió la dictadura del General Ignacio de Veintimilla y Eloy
Alfaro.
Del Presbítero, Eudoro Dávila, el
historiador Nicola dice, escribía panfletos en contra del sistema, y su obra
titulada “El imperialismo arzobispal y sus víctimas”, es una serie de cartas
dirigidas al Dignísimo Arzobispo Dr. Gonzáles Suárez impreso en Quito en 1917,
donde deja plasmada su lucha social.
El médico, Dr. Pablo Aurelio
Dávila, joven liberal y enérgico escritor, colaboró asiduamente en periódicos
nacionales. Escribió en un periódico político eventual, “El Pobrecito Hablador”
(Guayaquil, 17 junio 1911). En sus artículos, deja notar su posición frente a
los abusos de poder del liberalismo de ese entonces impulsado por el general
Eloy Alfaro, decía “la política es la ciencia del engaño mutuo”. Es el autor
del folleto “El 25 de Abril de 1907” donde inmortalizó aquella jornada, en que
la juventud de Quito, fue vil y cobardemente asesinada por tropas alfaristas. Esa
lucha le llevó a ser un perseguido político. Sus escritos (aunque en la última
etapa de su vida escribió algunas obras que han quedado inéditas) y su
biblioteca, fueron quemados en la casa de La
Joya, saliendo expatriado a Chile, donde ejerció su profesión en Santa Cruz
de Curicó, y haciendo lucha clasista hasta su muerte en 1911.
Según el historiador ambateño, profesor
Gerardo Nicola, se destaca en ambos esta pasión por la igualdad y el respeto al
hombre, los dos son políticos y rebeldes
haciendo una franca oposición, en una época en que la Iglesia tenía gran
injerencia en la política de Estado.
Su padre, César Augusto, llega a
Patate como administrador de la hacienda de Leito, contrae nupcias con Vicenta Gavilanes
y se radican en La Joya. Incrementa
su patrimonio llegando al cerro Yamate. Tenían una considerable extensión de
tierra, toda clase de árboles frutales y cereales como arveja, lenteja, habas,
papas y achiera, de la cual se sacaba el almidón.
La Joya tenía una amplia casa de madera, con corredores y patio
empedrado; destacaban las grandes palmeras de donde caían cocos pequeñitos como
las bolas de cristal, y el P. Dávila cuando niño había grabado tres cruces, que
se pueden ver hasta hoy.
Costumbres de la casa
En la casa, el orden y la pulcritud eran las reglas. Desayuno con leche y chocolate Postum; frecuentes asados de borrego y cerdo, morocho con leche y muchos dulces. Aquí los abuelos criaron a Julio, un sobrino nieto, de quien recuerdan que algo jovencito, se escapaba al pueblo para disfrutar de sus cosas juveniles, y cuando era sorprendido por el abuelo, decía que se fue en busca de noticias frescas, pero como era una mentira, el abuelo le hacía pedir perdón a Dios en público en medio del rezo del rosario.
César Augusto, era un cristiano a
carta cabal, pertenecía a la Orden Terciaria de San Francisco, orden creada
para seglares comprometidos, quienes tenían muy arraigado el servicio al
prójimo, la caridad y los votos de obediencia a los lineamientos de la Iglesia.
Era un hombre muy recto, fuerte de carácter que formó a sus hijos con mucha
autoridad. Estaba en la misa, recibía la comunión y también demandaba el pago
de sus haberes, si era preciso en la Tenencia Política.
El Padre Dávila recuerda
a su padre, con mucho respeto y su cara se ilumina ante el recuerdo de su
religiosa madre. Los dos impulsaron al Padrecito a auto-educarse, y por ello,
parte a temprana edad al Seminario Menor
San Luis de Quito, y luego, en el Seminario
Mayor San José hasta ser ordenado sacerdote en 1934. Sus compañeros son los
libros y su sed de conocimiento.
El P. Dávila se pronuncia también
por la lucha social y escribe y educa a los indios desde su plataforma clerical,
funda un movimiento sindical de trabajadores.
A la muerte de su padre, su madre
se establece en Ambato, lo cual le permite vivir con mayor intensidad su
religión y religiosidad. Asistente asidua a la Santa Misa diaria, en la iglesia
de Santo Domingo. Dicen mis hermanas mayores que vivieron con ella, que, cubría
su cabeza con una fina manta negra de seda, su reclinatorio rojo aterciopelado
era llevado a la iglesia por su dama de compañía, Coca, todos los días y
permanecía allí durante todos los oficios religiosos. Su hermana Nathalia, es
nuestra abuela materna, y Dolores, llamada Lolita, tenían una gran relación
entre sí y cultivaron en toda la familia los valores morales y religiosos que
nos hicieron hombres y mujeres de bien.
Todas las casas, tenían un cuarto
de oratorio grande en el centro de la casa, y era el lugar obligado de reunión
diaria de la familia, vecinos y amigos, incluso el personal que trabajaba en la
casa. El rezo del rosario era obligatorio, con cantos y letanías rezadas de
rodillas. Viví mi niñez con estos ejemplos y con la misa cantada en latín, hasta
el año 1962 cuando se inició la celebración en español con el sacerdote
dirigiéndose al pueblo.
Vienen a mi memoria las casas de
hacienda de la familia, una muy especial quedaba en San Javier, esta tenía una
capilla dedicada al Señor de la Caña,
que era un Jesús en tamaño natural sentado sobre un sillón, vestía solamente un
atuendo cubriéndole la cadera, tenía una caña de plata en su mano, y una corona
de espinas en su frente, que también era de plata.
Todas las fiestas religiosas, se
guardaban con especial devoción, participábamos de grandes procesiones, noches
de vigilia, rezos y cantos. La familia en pleno tomaba a su cargo la dirección
de estos actos; sacerdotes y monjas, lectores de la Palabra nacieron en su
seno, hombres y mujeres comprometidos con el Evangelio.
Pienso yo que, el Padre Dávila,
habrá heredado la tenacidad de sus antepasados, su figura fue respetada y
temida. Tenaz en sus propósitos, firme en sus resoluciones. Un lector
incansable, un orador de renombre, un escritor, un pregonero de la enseñanza
del Cristo Cósmico. Un enamorado de Dios que creció con humildad, descubrió el
camino y nos condujo por la senda más corta para esa comunión con la Divinidad;
y de esta experiencia, ustedes, queridos lectores, yo, y muchos seres que
vendrán, somos su fruto.
REFERENCIAS
http://repositorio.casadelacultura.gob.ec/bitstream/34000/8765/1/POB_48.pdf
http://repositorio.casadelacultura.gob.ec/handle/34000/8765
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