Raya Yoga: el sendero del control mental

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Nuria León

La mente. La loca de la casa. La que no para. La que envuelve con la razón sobre cualquier cosa. Sí, la mente. Esa. La que influye a través de los pensamientos. Sí, ese órgano del cuerpo humano, cuyo nivel de poder es tan bárbaro que, si no se lo cuida y se lo aprende a calmar, lleva a muchas personas a la enfermedad.

La mente es súper poderosa, es la pieza de tendencia dominante, pero que al conocerla desde una manera interiorizada se logra alivianar para llevar la vida misma. Esto es lo que permite el raya yoga: ayuda a manejar la mente desde el interior para conquistar la naturaleza del ser.

Existen muchos especialistas que recomiendan diferentes prácticas para mantener la mente calmada, controlada y en buena salud. Sin embargo, es fundamental estudiarla desde un sentido espiritual. Es decir, enfocar la mirada hacia la mente como algo distinto, observarla separada de nuestros sentimientos y deseos, y alcanzar la verdad dentro de nosotros.  

Como Swami Vivekananda indica: “la ciencia del raya yoga presenta ante la humanidad un método práctico y científicamente elaborado para alcanzar esa verdad”[1]. A través del raya yoga se logra aprender de las percepciones de las que se hablan, porque “en la adquisición de los conocimientos usamos la generalización y la generalización está basada en la observación. Primero, observamos hechos, luego formulamos generalizaciones y recién entonces extraemos conclusiones o principios. El conocimiento de la mente, de la naturaleza interna del hombre, del pensamiento no puede nunca ser logrado hasta que no tengamos antes el poder de observar los hechos que tienen lugar en nuestro interior. (…). En primer lugar, la ciencia del raya yoga se propone darnos tales medios de observación de los estados internos. El instrumento requerido para ello es la mente misma. El poder de la atención, debidamente guiado y dirigido hacia el mundo interior, analizará la mente y nos mostrará diversos hechos. Los poderes de la mente son como rayos dispersos; cuando se concentran iluminan. Éste es nuestro único medio de acceder al conocimiento. (…) Desde nuestra niñez se nos viene enseñando que sólo debemos prestar atención a las cosas externas, nunca a las cosas internas, de aquí que la mayoría de nosotros hemos casi perdido la facultad de observar el mecanismo interno. Volver a la mente, por así decir, hacia adentro, retenerla para que no vaya afuera y, entonces, concentrar todos sus poderes y dirigirlos sobre la mente misma para que pueda conocer su propia naturaleza, analizarse a sí misma, es una tarea sumamente dura[2]. Y añade: “Hay un método único para alcanzar ese conocimiento, eso que es llamado concentración. (…). El poder de la mente no tiene límites. Mayor concentrada está, mayor es el poder que puede llevar sobre un punto; ése es el secreto [3].

[1] Vivekananda S. (1995). Raya Yoga, Kier S.A., Buenos Aires, Argentina. Página 43.
[2] Vivekananda S. (1995). Raya Yoga, Kier S.A., Buenos Aires, Argentina. Páginas 45-46.
[3] Vivekananda S. (1995). Raya Yoga, Kier S.A., Buenos Aires, Argentina. Página 46.

Precisamente, el padre César Dávila enseña en su libro ‘Las llaves de tu Reino – Concentración y Meditación’, las técnicas de concentración y meditación, siendo ésta una guía vivencial al meditador que busca la autorrealización, haciendo propia esa experiencia del encuentro profundo con Dios. En ese libro el padre Dávila muestra métodos para fijar la mirada en un punto exacto sin distracción, con diferentes componentes que ayudan a ejercitar la concentración diariamente. Pero no sin antes, realizar las respiraciones o pranayamas como herramienta para el autocontrol y que conducen a la concentración. Entonces, es importante también preparar al cuerpo porque: la mente actúa sobre el cuerpo y el cuerpo reacciona sobre la mente. Ambos están conectados. Por lo tanto, se debe entrenar en conjunto a la mente con la parte física del cuerpo. Para ello, además de una buena alimentación, existen las asanas o posturas corporales de yoga, los ejercicios de energización, los ejercicios de relajación, y las respiraciones para poder entrar en adecuadas condiciones a esa práctica de concentración y meditación, fijando siempre nuestra mirada en el centro crístico, y no sin antes tener bien claro que la meta de todo es Dios.

El padre César Dávila precisa que “la yoga verdadera enseña como realizar a Dios y hace hincapié a la reflexión de Sri Ramananda: “No os dejéis atraer por el ejercicio de los poderes psíquicos. Ellos son interesantes pero no esenciales; tened, por el contrario, fija la mente en vuestra meta de alcanzar la realización de vuestra naturaleza divina y en aquella más alta de vuestra unión con el Todo”[4].  Asimismo, Swami Vivekananda señala que “el hombre quiere la verdad, quiere experimentar la verdad por sí mismo; cuando la ha alcanzado, realizado, sentido en lo íntimo de su corazón, sólo entonces, (…), todas las dudas se desvanecen, toda oscuridad se disipa y todo lo que era torcido se endereza; (…)”[5]. “El raya yoga es una ciencia como cualquier otra en el mundo. Es un análisis de la mente; es reunir los hechos del mundo supersensorio y así construir el mundo espiritual. Todos los grandes maestros espirituales han dicho: “veo y conozco”. Jesús, Pablo y Pedro, todos ellos declararon haber tenido la percepción real de las verdades espirituales que enseñaban. Esa percepción se logra por la práctica del yoga. Ni la memoria, ni la consciencia pueden limitar la existencia. Hay un estado supraconsciente. Éste y el estado inconsciente carecen de sensación (nerviosa); pero entre los dos hay diferencia, la que existe entre el conocimiento y la ignorancia. Se presenta este yoga, al igual que la ciencia, como una exhortación al razonamiento”[6]. La fuente de todo conocimiento es la concentración de la mente. El yoga nos enseña a hacer de la materia nuestra, como debería ser. Yoga significa “yugo”, “juntas”, esto es juntar el alma del hombre con el Supremo Ser, o Dios. La mente actúa en el estado consciente y dirigida por la conciencia. Lo que llamamos conciencia es sólo un eslabón en la infinita cadena que es nuestra naturaleza. Este “yo” nuestro cubre sólo una pequeña porción de conciencia y una cantidad enorme de inconciencia, mientras que más allá de éstas, existe, aunque generalmente desconocido para nosotros, el plano supraconsciente. Por la sincera práctica, capa tras capa de la mente se abre ante nosotros y cada una de ellas nos revela nuevos hechos. Nos parece asistir a la creación de nuevos mundos, de nuevos poderes puestos en nuestras manos, pero no debemos detener la marcha, o dejarnos encandilar con esos abalorios, cuando la mina de diamantes 

[4] Dávila C. (2015). Las llaves de tu Reino. Guayaquil, Ecuador. Quinta Edición. Página 116.
[5] Vivekananda S. (1995). Raya Yoga, Kier S.A., Buenos Aires, Argentina. Página 44.
[6] Vivekananda S. (1995). Raya Yoga, Kier S.A., Buenos Aires, Argentina. Página 119.

está delante nuestro. Sólo Dios es nuestra meta". (…), y “tres cosas son necesarias para el aspirante que quiere llegar al fin: [1] Abandonar toda idea de placer en este mundo y en el venidero; anhelar solamente a Dios y la Verdad. (…). [2] Anhelo intenso por conocer la Verdad y Dios. (…). [3] Los seis entrenamientos son”[1]:

  1. Detener la mente para que no vaya al exterior.
  2. Dominar los sentidos.
  3. Dar vuelta a mente hacia el interior.
  4. Aguantar todas las cosas, sin quejarse.
  5. Fijar la mente a una sola idea. Tomar el tema y seguir pensando en él, sin abandonarlo jamás. No llevar la cuenta del tiempo.
  6. Pensar constantemente sobre vuestra verdadera naturaleza (la del Ser). Echar fuera la superstición. No hipnotizarse creyéndose un ser inferior. Día y noche dedicarse a sí mismo, lo que es en realidad, hasta realizar la unión con Dios.

Sin estas disciplinas ningún resultado vendrá. Podemos ser consciente de lo Absoluto, pero jamás podremos expresarlo. En cuanto tratamos de expresarlo, lo limitamos y no es más lo Absoluto. Debemos ir más allá del reino de los sentidos y aun trascender el razonamiento. Tenemos el poder del hacerlo”[2].

Así, el raya yoga está compuesto de ocho pasos: “[1] Yama: no quitar la vida a nadie; veracidad; no hurtar; continencia y no recibir dádiva alguna. [2] Niyama: higiene; contentamiento; austeridad; estudio y entrega de sí mismo a Dios. [3] Asana: postura. [4] Pranayama: control del prana. [5] Patrayara: refrenar los sentidos, retirándolos de sus objetos. (6) Dhárana: fijar la mente en un tema o punto. [7] Dhiana: meditación. [8] Samadhi: superconsciencia” [9]. La uno y dos representan la eliminación de nuestras pasiones y autodisciplina, la tres y cuatro son la purificación corporal, la cinco y seis abarcan el control mental-sensorial, la concentración, meditación e iluminación.

Nada de esto es tarea fácil, sobre todo el detener el flujo mental. Es observar la acción de la mente sin ser ella. Es no tratar de controlar los pensamientos sino observarlos para que se vayan disipando, y llegar a dejar la mente vacía. Es trascender la materia e ir más allá de nuestro cuerpo. Es identificarse con Dios, no con la materia ni con la mente. Aquí se pone a prueba la determinación y voluntad de quien está en la realización espiritual. Ese es el gran trabajo diario de todos: dominar a la mente antes de que ella te domine a ti, así que “¡Despierta!, ¡Levántate!, y no te detengas hasta que no hayas alcanzado la meta suprema”[10], en el camino a la autorrealización, a esa comunión divina, en ese silencio donde Dios se revela, para amarlo y ser reflejo de Él en esta tierra.

[7] Vivekananda S. (1995). Raya Yoga, Kier S.A., Buenos Aires, Argentina. Página 120.
[8] Vivekananda S. (1995). Raya Yoga, Kier S.A., Buenos Aires, Argentina. Página 121.
[9] Vivekananda S. (1995). Raya Yoga, Kier S.A., Buenos Aires, Argentina. Página 53.
[10] Vivekananda S. (1995). Raya Yoga, Kier S.A., Buenos Aires, Argentina. Página 3.
[11] https://frasesbuenas.net/frases-de-swami-vivekananda/


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