Cuaresma y conversión, una vida más plena.
P. José Cifuentes R.
Cuaresma es la
palabra latina que evoca como símbolo el número cuarenta. Este largo tiempo
recuerda los 40 años del pueblo de Israel en el desierto, camino a la tierra
prometida. Evoca también los 40 días de Jesús haciendo oración en el desierto,
impulsado por el Espíritu.
Esta
experiencia de oración y disciplina austera viene bien para estos tiempos
recios y líquidos, donde todo lo sólido se desvanece, en medio de conflictos y
guerras.
En este sentido, la Cuaresma es un tiempo
propicio de conversión para la plenitud de vida que viene de Dios.
En Cuaresma nos
sale al encuentro, de manera especial, la Gracia para avanzar en la
reconversión y no desfallecer.
La Gracia, en
la fe cristiana, es la física que sostiene al mundo. Lo sostiene porque el
mundo viene de Dios y en Él encuentra su sentido último. La ciencia explica su
composición y evolución, y la acción del hombre realiza la construcción social
del mismo; pero su significado profundo y sostenibilidad le vienen de Dios. En
esa acción, el hombre es cocreador con Dios.
La gracia es la
vida de Dios, de la cual el hombre participa como hijo suyo, recibiendo la
potencia de vida que la actualiza y desarrolla como propia en la tierra, que es
su morada, transformándola con su obra.
La gracia en el
pensamiento del Señor pertenece a una plenitud sin límites. Tanto es así que al
dar razón de su presencia junto a los hombres, afirma que “he venido a que
tengan vida y la tenga en abundancia” (Jn. 10, 10). Abundancia de inteligencia,
abundancia de innovación y creatividad, abundancia de comunicación y amor,
abundancia de justicia y paz, abundancia de encuentro con Dios.
Toda esta
estupenda realidad la celebramos en este tiempo de Cuaresma, que nos debe
llevar a una reconciliación profunda con la vida en todas sus manifestaciones.
Reconciliación que protege a la madre tierra de
los males que, al maltratarla, nos pueden suceder.
Reconciliación
de cada uno consigo mismo.
Reconciliación
con los demás.
Reconciliación
con Dios.
Vivir la gracia
será entonces, la condición necesaria para "no echar la vida en saco roto",
como lo señala Pablo Apóstol. No vivirla conlleva el riesgo de no desarrollarla
en plenitud, echando en saco roto el cumplimiento de todas las posibilidades y
esperanzas que Dios ha puesto en la vida. No echar la gracia en saco roto será
el compromiso de ayuno y abstinencia que exige este tiempo de Cuaresma.
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