La Conquista de la Paz Interior según Cristo y los grandes Maestros.

 

Conclusiones

María Isabel Crespo de Lebed

La paz, como fruto de la unión con Dios, fue elegida como tema de nuestra Convención al celebrar la Asociación Escuela de Auto-Realización (AEA) 50 años de haber sido fundada por nuestro amado maestro espiritual, el Padre César A. Dávila G.

Nos congregamos para ahondar en la herencia bendita de la paz que nos dejó Jesús para que aprendamos a vivir como hermanos en este mundo, hoy nuevamente atribulado por la guerra y otras formas de violencia que amenazan a la fraternidad entre los pueblos.

Así cada Centro ha presentado su ofrenda, a la luz de Cristo y grandes maestros espirituales de Oriente y Occidente que nos señalan el camino para conquistar la paz interior e irradiarla al mundo como instrumentos de Dios, nuestro Padre. Hemos invocado su guía para que el mundo aprenda a vivir en armonía.

Alrededor del gran tema de la paz nos hemos encontrado nuevamente en nuestro añorado Ashram de Baños, enlazados también con más participantes que se conectaron en modo virtual desde otras latitudes, vibrando todos en un solo ser. 

El CENTRO DE QUITO abrió nuestra Quincuagésima Convención, recordándonos el mensaje de Jesús sobre la paz. Y lo hizo recorriendo los Evangelios con la mirada espiritual que se despierta en el corazón de quien medita. Así podemos comprender cómo ser fuentes de esa paz que nos trajo Jesús, desde el momento de su nacimiento hasta su Resurrección.

Sabemos que la paz de Jesús es duradera y está siempre dentro de nosotros. La paz de Jesús es la paz del corazón basada en el conocimiento íntimo de Dios y nuestra relación con Él para vencer al mundo desde el poder que viene de lo Alto.

La paz es el regalo de Cristo, una gracia Divina, la herencia bendita que nos ha sido concedida en nuestra condición de hijos de Dios. Sin embargo de ello, sabemos también que está en cada uno hacer que este don se mantenga vivo. 

“La paz es hija del amor” nos enseñó el P. Dávila. Recordemos entonces que donde hay amor hay paz.

Que la paz interior nos acompañe siempre y que su poder se extienda a todos los actos de nuestra vida, como lo hizo nuestro bendito Señor Jesucristo.

El CENTRO DE CUENCA nos llevó conocer más al Yogui de la Paz, Mahatma Gandhi. Un aporte para comprender a profundidad el principio de la no violencia que él mismo encarnó: Ahimsa, el secreto para vencer al adversario con la ley del Amor.

Gandhi enseñó que el hombre espiritual debe aspirar al ideal que propugna la religión de la no violencia, la cual sirve para purificar el espíritu. Y propugnó que la resistencia pacífica es una espada poderosa para doblegar el odio, el rencor y vencer al mal.

Todo parte de reformarnos primero para desarrollar la fuerza invisible del alma que hace brillar la justicia y permite la conquista de los ideales más nobles combatiendo al mal con las herramientas del bien.

Gandhi demostró que el trabajo y la oración son una sola cosa si deseamos unir a todos los hombres por medio de la práctica consciente de Karma yoga  y Bhakti yoga.

Gandhi aseguró que el poder que emana de Ahimsa puede ser mayor al que contiene una bomba atómica.  Y enseñó que mediante la práctica de la no violencia, el hombre puede volver a su destino (Dios) e irradiar la fuerza de la paz.

De Gandhi destacamos también que la base de su liderazgo político fue su inamovible dedicación espiritual a Dios, en sintonía con la línea Crística.

Gandhi llegó a escuchar la voz de Dios, una Gracia que se manifiesta a través de la Meditación para obtener conciencia del poder transformador del amor y conquistar la paz interior.  

Este es el ejemplo de quien aseguró no recordar un solo momento de su vida en que no haya sentido la presencia de Dios dentro de su ser.

Meditemos para lograr esta conciencia de que somos hijos de Dios y que debemos transitar por el camino de la paz, como lo hizo posible Gandhi, el Apóstol de la no violencia.

El GRUPO DE SANTO DOMINGO nos adentró en el modelo de sintonía perfecta con la Creación representado por San Francisco de Asís.

Francisco proyecta el amor de Dios como un fuego infinito que abraza a todas las criaturas vivientes. Es también, un ejemplo pleno de la renunciación a lo material para vivir el mensaje del Evangelio en la opción de ver el rostro Divino en los desposeídos y los enfermos.

El retiro y la oración le permiten a Francisco ver la grandeza de Dios en el sol y las estrellas, en total armonía con el Infinito, asimilando el Tú y yo somos Uno

Para Francisco, Dios es una realidad viviente, una inmanencia, un evangelio viviente, una visión beatífica revelada en la contemplación y la alabanza cantada al Padre Celestial junto a todas sus criaturas. 

Francisco es modelo de unidad con la Creación, en una visión concedida por la Gracia de Dios en perfecta identificación con la humildad y el amor de Cristo.

En este ser iluminado, cuyos innumerables prodigios dieron testimonio de su sintonía con la Divinidad, encontramos a uno de los mas grandes santos de la Iglesia, a un maestro incomparable, ejemplo del desapego, a un verdadero sanyassin Cristiano.

Su luz interior, producto del éxtasis de la contemplación, le permitió ver el orden Divino, agradecer a Dios, alabar a la Creación en su infinitud de formas vivientes y practicar la hermandad con todos los seres. Francisco vivió en Dios y Dios vivió en Francisco, en una comunión vivencial.

Su oración es un llamado a cultivar la vida interior: “Ninguna otra cosa queremos sino nuestro Creador, Redentor y Salvador. Honremos, adoremos, sirvamos, alabemos y demos gracias al Altísimo y Sumo Dios Eterno, Padre, Hijo y Espíritu Santo.”

El Padre César Dávila lo definió en estos términos: “San Francisco es el hermano cósmico, que conoció y vivió a Dios con intensidad profunda… Su obra continuará dando frutos porque el Evangelio es su espíritu y vida”. “… Francisco es un santo para todos los tiempos”. “…El hombre está llamado a vivir en comunión vivencial con Dios. Esto depende del sí que cada uno dé al llamado del Señor a ser perfectos como lo es el Padre Celestial.” 

Que sigamos el ejemplo del Santo de Asís -nuestro Patrono- en la hermana vida y en la hermana muerte, procurando alcanzar esa comunión perfecta con Cristo, los seres y las cosas. 

Con el CENTRO DE PANAMÁ volvimos la mirada a Oriente para encontrarnos con el primer emisario de la India y el yoga a Occidente: Swami Vivekananda, el Hermano Universal.

América fue bendecida con el mensaje del discípulo enviado por el gran yogui Ramakrishna al Primer Parlamento Mundial de Religiones celebrado en Chicago en 1893, donde Vivekananda destacó con seis inspirados y memorables discursos.

Vivekananda fue un espíritu realizado que vino al mundo para trabajar como monje renunciante en un peregrinaje destinado a abogar por la hermandad universal en Dios.

Fundó la Misión Ramakrishna, impulsó el estudio de los sagrados Vedas y se destacó como un yogui amante de la humanidad. Nació de la madre de todas las religiones pero impulsó la necesidad de un solo credo para servir a la Divinidad sin fanatismos ni intolerancias.

Santidad, pureza, caridad, armonía, paz y no disensión, son algunos los principios que propugna el gran Vivekananda, abogando por el fin de las luchas religiosas.

Este avanzado yogui identifica los aspectos comunes de cada religión, cada una ellas -dijo-  presenta sus propias doctrinas, ritos y símbolos. Al tiempo que propone el ideal de una religión universal basada en reconocer la variedad en la unidad, identificando entre los distintos credos el lazo común del Amor que los hacer converger en un solo centro.

Swami Vivekananda enseña que hay que trabajar en la conquista de un equilibrio armonioso. Para ello, señala en camino del yoga. Al respecto afirma que los elementos del yoga son capaces de complementar la práctica de cualquier religión y facilitan al devoto alcanzar la realización espiritual de su ser.

Vivekananda fue, por tanto, un pionero del contacto entre las religiones, necesidad imperiosa del mundo de hoy para hermanar a las naciones y a las personas en la edificación de una cultura de paz basada en la fe en un solo Dios.

El CENTRO DE GUAYAQUIL nos habló del poder transformador de la paz según el maestro Paramahansa Yogananda.

El gran yogui nos enseña a ser serenamente activos y activamente serenos, asegurándonos que es así como se puede obtener la dicha Suprema.

Yogananda enseña que adquirir la serenidad en Dios en lo profundo de la Meditación y mantener la paz interior aseguran la felicidad más allá de los deseos mundanos. Para lograrlo, invita a buscar el silencio y la quietud, a identificarse con la cualidad Divina de la paz, garantizándole al devoto que esto le ayudará en todos los momentos de su vida.

El maestro hace entonces un llamado a experimentar una gran calma en la morada interior, donde radica la paz permanente que anhelamos.

También señala que la cualidad divina de la paz –SHANTI- es un poderoso escudo contra las emociones violentas, y que ponerla en práctica asegura una visión ecuánime de las circunstancias y permite gozar del reino interior.

Este yogui realizado también sintoniza con las bienaventuranzas de Cristo para que todos nos convirtamos en hacedores de paz, alcanzando un corazón puro y capaz de irradiar serenidad como producto de una constante relación con la fuente universal de la paz de Dios.

Para Yogananda la paz es la primera manifestación de Dios en la Meditación. Esta práctica despierta nuestra conciencia espiritual y nos facilita sintonizar con la presencia Divina, pues somos espíritus que debemos retornar a Él, de donde venimos. 

El Padre César Dávila distinguió en Paramahansa Yogananda esa luz que dimana Oriente para enseñar la Meditación como sendero de la realización espiritual”.

Para finalizar nuestro encuentro, el CENTRO DE CHILE resaltó el valor de la Oración Silente como camino de paz interior, conforme las enseñanzas de nuestro Fundador y Guía Espiritual.

La paz -se manifestó- es el mayor don que se puede recibir de Dios. La paz verdadera reina en el corazón del que vive en armonía con las leyes Divinas. 

Ahondamos en el significado de las enseñanzas de nuestro Gurú, quien como un verdadero Apóstol de la Meditación nos invita a vivir absolutamente libres para buscar y encontrar el Reino de Dios dentro de nosotros a través de la práctica contemplativa.

Buscar primero a Dios es una máxima de Cristo que el Padre César Dávila pregonó tantas veces, habiendo constatado por sí mismo que allí radica el secreto para encontrar la bienaventuranza.

Él también nos invita a ser constructores de paz actuando en armonía con Dios, ya que dando paso a la presencia Divina es que podemos desarrollar nuestra conciencia espiritual y transformarnos en seres de paz, teniendo a Cristo como vehículo del Padre.

Para el Padre Dávila quien obtiene un estado de paz experimenta ser parte de una sinfonía. De ahí su recomendación:  Tenemos que estar afinados para poder vibrar en la sinfonía del Universo.

Recordemos, no hay la paz verdadera si no hay una comunión con Dios. Por eso el Padre Dávila nos invita a no descuidar este momento tan importante de ir al diario encuentro de Dios en el sagrado lugar del Silencio y sentir su manifestación de luz, poder, amor, sabiduría y bendiciones. El silencio -anota- es el idioma de Dios. Y destaca que Jesús vino también a dar testimonio del Silencio.

Tengamos presente buscar siempre la soledad para permanecer centrados en Dios y levantar los velos que nos ocultan del mundo trascendente.  Es necesario entonces, entrar en el silencio todos los días durante algún tiempo para entrar en nuestro templo interior, donde Él habita. Allí encontraremos serenidad y haremos vida el mensaje que el Príncipe de la Paz -Cristo Jesús- trajo al mundo,  convirtiéndonos también en heraldos de paz.

“Solo así esta humanidad podrá ser distinta”, advierte amorosamente nuestro Fundador y Guía Espiritual, junto al fervoroso llamado con el cual continúa tocando nuestras conciencias desde la Eternidad: “Medita, medita, medita”.

Om, Shanti, Om



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