P. Dávila (La humildad de María)


LA HUMILDAD DE MARÍA 

P. César A. Dávila G.

…Recordemos mis queridos estudiantes, que esta Virgencita modesta, esta Virgencita humilde.  Esta Virgencita que pasó por este mundo como una Virgencita judía, como una Virgencita –digámoslo así-  de la plebe.  Esta Virgencita humilde, esa Virgencita acompañó a ese apóstol Juan durante 30 años -más o menos- en Éfeso.  Y allí en Éfeso Juan el evangelista recibió entre otras cosas esa iluminación Divina.  Esa iluminación Divina, primero a través de su gran Maestro: el mismo Cristo.  Y esa iluminación Divina a través de la gran Maestra: la Virgen Bendita, con la cual pasó él durante esos 30 años. 

La modestia mis queridos estudiantes, la modestia de esta Virgencita humilde es la que subyace en ese texto de la Sagrada Escritura, esa inmensa, esa infinita modestia de Ella.  Como la modestia y la infinita humildad de Quien es todo: de Su propio Hijo. 

Yo tengo para mí, que en sus conversaciones, y cuando Ella sabía que Juan desterrado a la Isla de Patmos escribiría el Apocalipsis, le hizo una y otra vez la advertencia de: Mi Juanito, no digas nadas, no mentes nada.  Y entonces Juan está mis queridos estudiantes, en ese momento ocultando el nombre, ocultando el nombre de una mujer.  Y ese nombre es el nombre de esa Bendita Virgen.  ¡Qué enseñanza! ¡Qué enseñanza! 

Pero saquemos enseguida una conclusión mis queridos estudiantes. Nosotros somos instrumentos en las manos de Dios, somos nada más que instrumentos… De esto estemos absolutamente convencidos.  Instrumentos, unos buenos, aptos, y otros menos aptos… 


 

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