P. Dávila (Que reine el ángel de tu paz)
P. César Dávila G.
Nuestro Corazón ¡oh, Padre Bendito! es como un mar en tormenta.
Vivimos siempre angustiados, siempre inquietos,
siempre atormentados por esos problemas
que nosotros mismos nos creamos:
problemas de mayores comodidades, problemas de necesidades ficticias,
de dinero, de falta de cosas que tienen otros, de salud,
de bienestar, de prosperidad...
Nuestro corazón se ahoga,
lucha desesperado en este mar de preocupaciones.
Y no encuentra paz,
no conoce ni siquiera un día de tregua en su vida atormentada.
Cuando te despedías de los tuyos, a ellos les dejaste el legado de tu paz:
“Mi paz os dejo; Mi paz os doy”. (Juan XIV, 27)
Todos, Señor, necesitamos de tu paz.
Aquí estamos, Señor, con las puertas de nuestro corazón
abiertas de par en par,
para que entre el ángel de tu paz,
para que se aquiete la tempestad que nos azota,
para que encontremos el camino
de la liberación de los cuidados materiales
que son la fuente de nuestra falta de paz.
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