Oración - Padre César A. Dávila G.
Imagen: Asociación Escuela de Auto-Realización
¿QUÉ ES
CONTEMPLAR?
Contemplar es ver, pero no con los ojos del cuerpo,
sino con la mirada interna de nuestro espíritu.
Contemplar es hacerse uno con el objeto que vemos.
Contemplar es intuir,
en lo más profundo de todos los seres y de todas las cosas,
no solamente una huella fugaz,
transitoria, obscura, superficial, distorsionada
de la Bendita Divina Omnipresencia...
Es descubrir allí́ la vida
y al Autor de la vida.
Contemplar es vivir a Dios en cada cosa y en cada ser.
Contemplar es gozar en lo más íntimo de nosotros mismos,
a ese Dios Bendito.
Contemplar es dar nuestro libre consentimiento
para que Dios more en nosotros.
Es sentir «Algo» completamente nuestro,
Vida de nuestra vida, Ser de nuestro ser,
Espíritu de nuestro espíritu, Mente de nuestra mente,
Conciencia de nuestra conciencia, Amor de nuestro amor.
Este «Algo» es nuestro Dios.
Contemplar es adentrarnos en Él,
sintonizarnos con Él, hundirnos en Él...
No importa que todavía peregrinemos
en la lóbrega obscuridad del espíritu.
Contemplar es levantar,
así́ sea en una millonésima fracción de segundo,
el grito angustiado y desesperante que nos tortura
como lo hizo aquel bandido junto a la Cruz Redentora:
«Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino» (Lc 23,42).
Contemplar es levantar los ojos del alma, mirar el rostro de Dios y decirle:
«¡Oh, Dios, sé propicio conmigo, pecador!»
y gritar, cada vez, más fuertemente
en el interior de nuestro ser:
«¡Hijo de David, ten piedad de mí!» (Lc 18,39).
Contemplar es volvernos uno con nuestro Bendito Dios.
Contemplar es sentir, vivir, la hermandad suprema y universal
con todos los seres y con todas las cosas.
Contemplar es sentir en las profundidades de nuestro ser,
esa hermandad como la sintió́ Francisco de Asís
con el hermano sol, con la hermana luna,
con las hermanas estrellas, con la hermana agua, con el hermano fuego,
con la hermana madre tierra, con la hermana muerte...
Y alabar con ellos «al Omnipotente, Altísimo,
Bondadosísimo Señor de todas las cosas».
y sentir en el santuario augusto del silencio de cada ser,
de cada objeto, de cada cosa por insignificante que parezca,
y descubrir allí́, en el fondo, esa huella del Dios Bendito,
centro alrededor del cual gravitan todas las cosas.
Contemplar es escuchar su secreta voz que habla
en el idioma del silencio que entienden todas las cosas.
Amén.


Comentarios
Publicar un comentario