P. Dávila (La Luz)
LA LUZ
¿Puede haber algo más bello,
más fascinante, más hermoso que la luz?
¿Puede haber algo más subyugante en el cosmos físico
que se expanda en las vastedades del universo,
a través de espacio y tiempo, que la luz?
Cuando la tierra estaba vacía y confusa,
y las tinieblas se cernían sobre la faz del abismo,
Yahvé da comienzo, -según el Bereshith, primer libro del Génesis-
a la creación con este primer mandato:
“Sea la luz” (Gen 1,3) y hubo luz. Y vio Dios ser buena la luz.
En la gran epopeya de la creación,
cuando los seres pasan de la nada a la existencia,
del no ser al ser, de la inercia al movimiento,
el primer elemento que vibra en la danza cósmica de los mundos, es la luz.
¿Quién no ama la luz? ¿Quién no la busca, quien no se complace en ella?
Lo más hermoso que pintó el gran Pintor Eterno en este plano físico,
con todos los toques de luz que imaginarse puede, es toda esta creación visible.
Sin ella el caos informe, las tinieblas,
que se ciernen en las fauces del tenebroso abismo.
Sin la luz no hay vida, ni movimiento, ni energía, ni organización posible,
en una palabra, ¡no hay nada!
más fascinante, más hermoso que la luz?
¿Puede haber algo más subyugante en el cosmos físico
que se expanda en las vastedades del universo,
a través de espacio y tiempo, que la luz?
Cuando la tierra estaba vacía y confusa,
y las tinieblas se cernían sobre la faz del abismo,
Yahvé da comienzo, -según el Bereshith, primer libro del Génesis-
a la creación con este primer mandato:
“Sea la luz” (Gen 1,3) y hubo luz. Y vio Dios ser buena la luz.
En la gran epopeya de la creación,
cuando los seres pasan de la nada a la existencia,
del no ser al ser, de la inercia al movimiento,
el primer elemento que vibra en la danza cósmica de los mundos, es la luz.
¿Quién no ama la luz? ¿Quién no la busca, quien no se complace en ella?
Lo más hermoso que pintó el gran Pintor Eterno en este plano físico,
con todos los toques de luz que imaginarse puede, es toda esta creación visible.
Sin ella el caos informe, las tinieblas,
que se ciernen en las fauces del tenebroso abismo.
Sin la luz no hay vida, ni movimiento, ni energía, ni organización posible,
en una palabra, ¡no hay nada!

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