P. Dávila (Somos una prolongación de Dios)
Cada hombre es una prolongación
inconfundible de Dios mismo.
Cuando Dios infundió su soplo en un poco de arcilla,
según la narración bíblica,
fue hecho el hombre, ser viviente.
Cada ser humano es un pedazo de arcilla ciertamente,
pero una arcilla animada por el aliento divino.
Dios -digámoslo así, porque no hay
otra manera más clara de expresión-
se prolonga a Sí mismo a través de cada ser humano.
Cada ser humano entonces,
en realidad, es otro dios porque tiene en sí,
algo de Dios mismo: Su Espíritu.
He aquí por qué amar al hermano
es amar a Dios,
y amar a Dios sin el amor al hermano,
es una gran mentira.

Comentarios
Publicar un comentario