P. Dávila (Dios tomó nuestra naturaleza)
Dios tomó nuestra naturaleza
El mismo Hijo de Dios, tomó un cuerpo
y luego habitó entre nosotros,
tomó esa naturaleza para elevarla.
No tomó mis queridos hermanos, ninguna otra naturaleza,
por más elevada que esta haya sido, sino nuestra propia naturaleza,
haciéndose de esta manera como uno de nosotros,
como cualesquiera de nosotros, igual a nosotros,
en el cuerpo, en el espíritu, en las aspiraciones,
en las luchas y en las contrariedades de la vida;
con una sola excepción: el pecado...
El Señor se vio así: Hombre entre los hombres,
y por eso, podemos acercarnos a ese Hombre-Dios,
no con temor, ni con ese pavor reverencial
con que se acercaban los profetas para recibir el oráculo de Yahvé,
o como se acercó Moisés en la montaña que fulminaba rayos
y que deslumbraba con relámpagos resplandecientes y únicos,
y que al acercarse a la montaña santa, sintió el temblor
y el pavor de los extraordinario.
A ese Dios vamos con confianza, fe y amor,
porque Él es quien nos inspira todos esos sentimientos.
Por eso mis queridos hermanos, nosotros tenemos el gozo
de celebrarle a Él como un niño, de verle como un niño
y de tener esa imagen de un niño tierno, atrayente,
de un niño que nos tiende los brazos del amor.

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